Más allá de la pantalla.

Seguramente que él 2020 será  un  año recordado por muchas cosas y de muchas maneras. Pero si hay algo que marcará nuestra memoria y, me atrevo a decir, nuestros días futuros, es la irrupción y la instalación de dispositivos para teleconferencias y video llamadas, con esto la consecuente mirada enfocada en la pantalla .Y desde ahí la conexión con el resto de las personas con las que compartimos nuestra cotidianidad. Éste es sin dudas, uno de los mayores impactos que produjo la Pandemia por COVID19 en nuestras vidas individuales y sociales.

La imperiosa necesidad de sostener nuestro ritmo productivo, híper conectividad, sumado a la humana necesidad de socializar, promovió que en poco tiempo desde una pantalla pudiéramos tener acceso a “casi todo”. Reuniones de trabajo, pero también encuentros de todo tipo, clases, cursos, seminarios, religiones, fiestas, todo se convirtió en virtual y con un factor común, la mirada enfocada en la pantalla de nuestras computadoras o dispositivos móviles de manera permanente.

Personalmente, siento que, como toda nueva herramienta, trae muchas ventajas, pero también muchas amenazas -invisibles, complejas- que impactan sobre nuestra vida cotidiana, producto de esta nueva conducta social y laboral. Hay dos conceptos opuestos que de alguna manera pueden explicar lo que quiero decir: visión periférica y visión central.

La visión periférica es la habilidad de localizar, reconocer y responder a la información en las distintas áreas del campo visual alrededor del objeto sobre el cual se fija la atención, más claramente es aquella que te permite abarcar hasta casi 180º con tu vista. Cuando una persona está leyendo y sólo se fija en la palabra o sílaba que está leyendo en ese preciso momento utiliza su visión central, que abarca poco más de 30º. Con esta última vemos sólo el objetivo mientras que con la primera vemos todo, aunque no nítidamente.

De alguna manera, esta nueva cultura signada por la preponderancia de la conexión con el mundo y los otros a través del recorte de la pantalla que tenemos enfrente, incrementa las desigualdades que las Personas con Discapacidad afrontan históricamente.  Sin dudarlo, contribuye a ello la interseccionalidad de vulnerabilidades que aún atraviesan.

Pareciera que esta nueva dinámica potencia la visión central del colectivo social: miramos tanto una pantalla, tantas horas, tantos días, que vamos perdiendo visión periférica y ya no vemos más allá de aquello en lo que ponemos foco, produciéndose una fragmentación cada vez mayor de la comunidad. 

No podemos dejar de dimensionar también el impacto que conlleva la brecha tecnológica, convirtiéndose en algunos casos en una situación que también puede ser discriminador: 

la brecha entre los que acceden y los que no acceden a la tecnología. No sólo la falta de accesibilidad digital se incrementó a la hora de acceder a plataformas e información. Las personas con discapacidad se enfrentan a una brecha digital gigante, que hace más difícil y en muchos casos imposible el acceso a educación, a procesos de acompañamiento y servicios de asistencia, a realizar algo tan sencillo como un trámite online y hasta la posibilidad de obtener un trabajo genuino, en la medida que las empresas empiezan a exigir conectividad 5G para ser un “candidato evaluable”.

Es aquí donde la mirada unicentrada, la mirada puesta en la pantalla día tras día, en el foco, nos juega en contra colectivamente. Si nos estamos convirtiendo en una sociedad enfocada en la visión central, si nuestras conductas sociales y culturales además conllevan a la práctica permanente de este ejercicio, poco a poco tendremos como sociedad una mirada que mira pero que no ve, o en todo caso,  que ve recortes de la realidad, la que tiene cerca, la que está dentro de su campo de interés o actividad, la que le entra por su pantalla, pero que no ve una totalidad.

Desmond Tutu premio Nobel de la Paz dice:

 “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor.”

No dudo del valor positivo que hay en la condición humana, pero ¿cómo devenir en una humanidad que valore la diversidad, que celebre la diferencia, si no vemos qué pasa en la totalidad de nuestro entramado social? ¿Cómo podemos tomar partido por las situaciones que provocan los procesos de vulneración de los derechos de las personas, si colectivamente nos entrenamos para la mirada unicentrada?

Hoy se conmemoran los derechos de las Personas con Discapacidad, es un día donde tenemos que poner más esfuerzo que nunca en entrenar una mirada amplia, panorámica, reflexiva y basada en la empatía. Hoy es un día para no caer en la mirada individual y entrenar la mirada colectiva, que aprecia, que ve más allá de la diferencia, que ve más allá de la falta, porque se conecta con lo singular para apreciar lo colectivo.

Es por eso que TODOS, independientemente de su condición, tienen derecho de participar plenamente en nuestra sociedad, decidiendo con autonomía y plenitud en el ejercicio de sus derechos. 

Hoy es un día, para entrenar la mirada que nos permita dejar de ser neutrales, para ser parte del proceso de transformación social que permita que las Personas con Discapacidad puedan ejercer sus derechos plenamente.

Javier Lioy
Director de La Usina Asociacion Civil

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